
Estoy en Badajoz. Pero os sigo hablando de Manila. En esta ocasión quiero contaros lo que no es Manila.
Navotas no es un cementerio donde vive la gente, sino que es una de las ciudades de Manila Metropolitana donde 250.000 personas viven a base de trabajar todos los días. Y trabajar muy duramente, muchas de ellas levantándose a las 5 de la mañana y llegando a casa a las 9 de la noche
Divisoria nos es un mercado en el que seguro que te roban. Es un mercadillo donde puedes encontrar de todo a muy buen precio y en el que, seguramente, se roba menos que en el Rastro en Madrid.
Quiapo no es un centro de creencias sincréticas y chamanes. Quiapo gira alrededor de una hermosísima iglesia en la que las creencias de los manileños se desbordan como en miles de lugares en el mundo.
Makati no es un sitio donde los españoles se dedican a tener pisos con prostitutas. Ni es un sitio donde viven ricos ignorantes a quienes les parece un atrevimiento gracioso decir 'cunnilingus'. Makati es una ciudad de Metro Manila con las mejores tiendas de casas internacionales, algunas de las cuales no están abiertas en España.
Basten estos pocos ejemplos para ilustrar lo que no es Manila y, no digamos, Filipinas.
Ya os decía al principio que estoy en Badajoz. Definitivamente tengo que confesaros mi admiración por Beethoven y hoy no me he podido resitir a escuchar la Novena de cabo a rabo. Yo soy brahmsiano desde hace mucho tiempo, contraponiendo mis criterios a los wagnerianos, sin dejar de reconocer que algún Wagner -como por ejemplo la obertura de la Tannhauser- me ayuda en determinados momentos. También os confieso mi gusto por Schubert y su magnífico piano y canto. Pero, repito, hoy tocaba Beethoven y, escuchándolo, le daba vueltas a la cabeza sobre la capacidad democrática de la música entre todas las artes. Por poner un par de ejemplos, a la Novena de Beethoven pueden acceder millones de personas, mientras que al 'Partenón' o a 'Las señoritas de Avignon' sólo los que tengan posibilidad de visitar Atenas o Nueva York respectivamente.
Pues bien, en las antípodas de la democracia, hay periodistas que son unos iletrados que trabajan con métodos fascistas de discriminación para conseguir ganar audiencia. Todo les vale, se documentan en google o en el teléfono, no contrastan la información y terminan, con una pueril inconsciencia, haciendo un adefesio de reportaje que hace más daño que gracia. Lo único que tendrían que hacer es leer un poco. O mucho.
¿Cómo es posible que siempre que se habla de determinados países sólo se refieran los tópicos negativos más manidos? Es una inmensa injusticia.
Los blogueros de este sitio sabéis que no es mi tono. Pero para quedarme a gusto y desde mi profundo cariño por Filipinas, termino esta entrada con el único calificativo que me merecen estos "informadores". ¡Imbéciles!